No pasaba nada. Ya había dos toros en el desolladero y lo único destacado había sido el recibo a la verónica de Morante al que había abierto plaza. Pero salió Púgil, tercero de la tarde, para que Juan Ortega recitase el toreo a la verónica con sones de fragua, Triana pura, Cagancho, Curro Puya, una cosa. Repite en el quite, responde Morante como sólo torea Morante y replica Ortega para poner aquello bocabajo. Todo esto fue el detonante para que en el cuarto pase lo que pasó, con los cimientos de la Maestranza temblando por lo que organizó Morante de La Puebla del Río, la de la margen derecha, no otra.